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LA COMEDIA CLÁSICA AMERICANA:
¿CÓMO SE DELETREA CZECHOSLOVAKIA?

La Comedia Americana en los tiempos en que "no había nada menos lógico que la verdad"
Por Sergio Díez de Pedro
(3/5)
 

His girl fridayMordden señala en el libro citado que la comedia sofisticada es una representación irreverente de las convenciones sociales del pueblo americano, vistas con una mirada insolente, reprobatoria, pero también resignada. Éstos son los defectos, dice el cineasta. Vedlos, querido pueblo americano, pero yo no puedo cambiaros. No es casual que algunos de los motores de la Comedia Americana sean de origen europeo (Leisen, Wilder, Lubitsch).

Estas comedias no eran un mal negocio para las productoras. Su presupuesto era reducido, por lo que recuperar la inversión no era difícil. Un presupuesto reducido obliga a recurrir al talento. Por ello, la labor de los guionistas y del director eran vitales para levantar estas comedias. Y como se ha dicho antes, el talento no escaseaba. Talento de origen teatral, en su gran mayoría.

Tres fueron los Estudios que se dedicaron con especial atención a la comedia: Paramount, RKO y Columbia. Paramount, uno de los Grandes, el Reino del Glamour desde los 20', con aquellos vehículos desaforados y asfixiados en lujo de Cecil B. de Mille y Gloria Swanson, conocido como el Estudio de los Directores. RKO, aquella gente rara de Nueva York, siempre con problemas de dinero, pero con ese toque intelectual y descreído de la Gran Ciudad. La Columbia, un estudio pequeño, barato, sucio, el Rey de los Rápidos, dirigido con puño de hierro por Harry Cohn (ruin entre ruines, tramposo entre tramposos), cuyo lema era "simplemente hazlo. Si deja dinero podrás hacer otro, y si pierde dinero quedas despedido" (¿recuerdan al productor que contrata a Barton Fink en el film homónimo de los hermanos Cohen? Así debió de ser Harry Cohn).

Los Directores
Ernst LubitschEl toque sensual/sexual de Lubitsch, sus elipsis, esas puertas de dormitorio que se cierran... hasta la mañana siguiente. Howard Hawks, el rey del estilo invisible, capaz de imprimir un ritmo de montaña rusa a sus comedias, diálogos como tableteos de una thompson. Hawks, el misógino que ridiculizaba a su propio sexo. Mitchell Leisen, sofisticado, en sus filas reina el equívoco (nada es lo que parece) y los malentendidos (a veces sobreentendidos), capaz de explicar cómo un abrigo de pieles que vuela desde una ventana y aterriza sobre una mecanógrafa provoca el hundimiento de Wall Street (Una chica afortunada, 1937, Paramount). Leo McCarey, un viejo zorro curtido, capaz de meter en cintura a Laurel y Hardy, W.C. Fields y los Hermanos Marx y sobrevivir, un alquimista dotado para combinar satisfactoriamente comedia y melodrama romántico. Gregoy La Cava, un francotirador de Broadway, enloquecido, distinto, original, que da un giro de tuerca más a la screwball comedy. Preston Sturges, un deslumbrante y tardío fogonazo, el gigante de las grandes farsas, el maestro marionetista del Grand Guignol americano. Frank Capra, el Campeón del New Deal, muestra cómo el amor es capaz de saltar todas las barreras sociales y unir a ricos y pobres, el candor democrático capriano. George Cukor, el inteligente bisturí que disecciona los especímenes de la clase alta y descubre tumores malignos en las copetudas familas patricias de Nueva Inglaterra.

 

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