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LA DIRECCIÓN DE FOTOGRAFÍA EN LOS CLÁSICOS

Por Santi Gallego
(7/22)
 

Termino la primera parte de esta página con un hombre que marca el paso definitivo hacia la madurez plena de este arte, se trata de Gregg Toland, sin duda el director de fotografía sobre el que más se ha escrito y el que anuncia la edad moderna en la fotografía cinematográfica, hay un antes y un después de Toland, tremendamente influyente en la siguiente generación de directores de fotografía. Debido a que no quiero repetir ni copiar lo que ya podéis encontrar en otros lugares sobre él, os diré que siempre estuvo presto a la experimentación, al riesgo, a la constante evolución sin dar jamás un paso falso dentro de un estilo majestuoso, potente visualmente, visionario, que demandaba nuevos creadores, iluminados, como Orson Welles que supo aprovechar en "Ciudadano Kane" (1941) todo el potencial que Toland le ofrecía...profundidad de campo, iluminación más realista y justificada, movimientos arriesgados y siempre justificados narrativamente, composiciones elegantes pero "rabiosamente" modernas, en fin Toland era un regalo del cielo para un director imaginativo, para él nada era imposible, y también mimado por productores y directores que le permitían cosas que jamás hubieran consentido a sus contemporáneos. Nominado ya en 1935 por "Los Miserables" (Richard Boleslawski), y atrayendo la atención de la Industria sobre su persona, sigue con "Camino a la Gloria" (Howard Hawks, 1936), la magistral "Dead End" (William Wyler, 1937) o "Intermezzo" (Gregory Ratoff, 1939) su tercera nominación al Oscar. A partir de este momento el estilo de Toland va dando progresivas vueltas de tuerca, en una serie de obras maestras, cada una mejor y más innovadora que la anterior, con sus fuertes contrastes en blanco y negro, "Cumbres Borrascosas" (William Wyler, 1939) su Oscar, "El Forastero" (William Wyler, 1940), "Las Uvas de la Ira" (John Ford, 1940), "Hombres Intrépidos" (John Ford, 1940), "Bola de Fuego" (Howard Hawks, 1941), "La Loba" (William Wyler, 1941), "Ciudadano Kane" (1941) la cumbre de su carrera y un compendio de sus mejores aportaciones al cine. No obstante, a pesar de que a partir de entonces se espacian sus trabajos, firma otra gran creación "Los Mejores Años de Nuestra Vida" (William Wyler, 1946). Después de estar con John Ford en la II Guerra Mundial, en la unidad de fotografía de la OSS, en 1948 en la cumbre de su carrera y prestigio profesional y con sólo 44 años, muere de un ataque al corazón en Hollywood.

La Edad Adulta de la Fotografía Cinematográfica.

En este apartado incluyo a aquellos artistas que empezaron su oficio ya en el sonoro, o contados casos en que a pesar de comenzar en el mudo, continuaron trabajando hasta mediados de los sesenta e incluso comienzo de los setenta. Este grupo de directores de fotografía dieron lo mejor de su carrera, sobre todo, en los años cuarenta y cincuenta, años de cambios radicales en Hollywood, con el nacimiento de la televisión o la sentencia antimonopolio que hirió de muerte a los grandes estudios.

Por ningún motivo en especial he decidido empezar por Robert Burks el director de fotografía habitual de Alfred Hitchcock, en estos años, con él debutó en 1951 con "Extraños en un Tren" (por la que ya fue nominado al Oscar), a la que siguieron "Yo Confieso" (1953), y luego en color "Crimen Perfecto" (1954), "La Ventana Indiscreta" (1954) (segunda nominación), "¿Pero Quién Mató a Harry?" (1955), "Atrapa a un Ladrón" (1955) (por fin su Oscar), "El Hombre que sabía demasiado" (1956), de nuevo en blanco y negro en "Falso Culpable" (1957), para seguir con sus logros en el uso del color con "Vertigo" (1958) (genialmente influído en la composición por la obra pictórica de René Magritte, Paul Delvaux y George De Chirico), "Con la Muerte en los Talones" (1959), "Los Pájaros" (1963) y "Marnie, la Ladrona" (1964), su última colaboración con el maestro. Burks provenía del campo de los efectos fotográficos y desde allí pasó a la dirección de fotografía, otros grandes trabajos del siempre exquisito Burks fueron "Más allá del Bosque" (King Vidor, 1949), "El Manantial" (King Vidor, 1949), "Close to My Heart" (William Keighley, 1951), "Sin Conciencia" (Bretaigne Windust y Raoul Walsh, 1951), "El Espíritu del San Louis" (Billy Wilder, 1957), "Orquídea Negra" (Martin Ritt, 1959), "The Music Man" (Morton Da Costa, 1962) o "Un Retazo de Azul" (Guy Green, 1965). Murió a los 58 años, en 1968, dejando tras de sí una magnífica carrera.

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