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LA DIRECCIÓN DE FOTOGRAFÍA EN LOS CLÁSICOS

Por Santi Gallego
(14/22)
 

Franz F. Planer nació en Checoslovaquia, comienza fotografiando filmes en Alemania en 1919, y luego por Europa, hasta llegar a Hollywood en 1937. Pienso que su estilo móvil, elegantemente sinuoso encajaba perfectamente con Max Ophüls con el que colaboró en un par de títulos. Aunque lógicamente fotografiara algunos filmes en color, Planer es un director de fotografía de blanco y negro, y es ahí donde se expresa con mayor libertad y conciencia de su estilo personal, muy cercano a los europeos, por eso sus mayores logros se alcanzan en el realismo social de los años cincuenta. Pero vamos despacito, en 1938 destaca en "Vivir para Gozar" (George Cukor), a la que siguen "Our Wife" (John M. Stahl, 1941), "Sweetheart of the Campus" (Edward Dmytryck, 1941), "They Dare Not Love" (James Whale, 1941), "Once Upon A Time" (Alexander Hall, 1944), o "Her Sister's Secret" (Edgar G. Ulmer, 1946). Un año después empieza realmente la etapa más fértil de la carrera de Planer, pues en 1947 fotografía "La Conquista de un Reino" y al año siguiente "Carta de Una Desconocida" ambas dirigidas por Max Ophüls, y de los mejores trabajos de su carrera, seguidos de su primera nominación por "El Ídolo de Barro" (Mark Robson, 1949) película realista, drama social rodado en exteriores, ese mismo año nos trae la fántastica "El Abrazo de la Muerte" (Robert Siodmak, 1949) o "99 River Street" (Phil Karlson, 1953). En los cincuenta arranca con "Cyrano de Bergerac" (Michael Gordon, 1950), un año después llegan "The Blue Veil" (Curtis Bernhardt) y "Muerte de un Viajante" (Laslo Benedek) su segunda nominación, "Decision Before Dawn" (Anatole Litvak, 1952), "Los 5.000 Dedos del Doctor T." (Roy Rowland, 1953), o "Vacaciones en Roma" (William Wyler, 1953), su tercera nominación compartida con el francés Henri Alekan. A partir de 1954 Planer comienza a fotografiar algunos filmes en color que alterna con sus trabajos en blanco y negro, de los primeros, destacaría "20.000 Leguas de Viaje Submarino" (Richard Fleischer, 1954), "El Motín del Caine" (Edward Dmytryck, 1954), "Orgullo y Pasión" (Stanley Kramer, 1957), "Stage Struck" (Sidney Lumet, 1958), "Horizontes de Grandeza" (William Wyler, 1958), "Historia de Una Monja" (Fred Zinneman, 1959), (su única nominación en color), "Los que no Perdonan" (John Huston, 1960), "Desayuno con Diamantes" (Blake Edwards, 1961) y "Rey de Reyes" (Nicholas Ray, 1961); en blanco y negro me quedo con "No Serás un Extraño" (Stanley Kramer, 1955), y "La Calumnia" (William Wyler, 1962) su última nominación y su última película, un año antes de su muerte.

Arthur C. Miller es uno de los más interesantes, y mejores, directores de fotografía del Hollywood clásico, y un maestro absoluto del blanco y negro y de la luz natural (algo inusual en aquella época), excelente también en la composición del plano. Empezó en escalafones inferiores del oficio desde los trece años, y director de fotografía desde los dieciocho años, su reputación alcanzó cotas elevadísimas en su etapa en la Fox, durante los años cuarenta. Fue presidente de la A.S.C, y se retiró en 1951, depués de contraer una tuberculosis. Su inmenso palmarés de premios, se compone de siete nominaciones por las que consiguió tres Oscars. Ya despertó admiración en 1931 por "Aristócratas del Crimen" (Tay Garnett), "Mi Chica y Yo" (Raoul Walsh, 1932), "Suerte de Marino" (Raoul Walsh, 1933), "La Mascota del Regimiento" (John Ford, 1937), o "Submarine Patrol" (John Ford, 1938). Al borde de los cuarenta recibe pleno reconocimiento con su primera nominación por "Vinieron las Lluvias" (Clarence Brown, 1939), seguida por una etapa muy fértil, "El Pájaro Azul" (Walter Lang, 1940) su segunda nominación, esta vez en color, y compartida con Ray Rennahan, "Johnny Apollo" (Henry Hathaway, 1940), "El Signo del Zorro" (Rouben Mamoulian, 1940), y por fin su primer Oscar, de la mano de Ford en "¡Qué Verde era Mi Valle!" (1941), en una obra maestra, con un cuidado en los encuadres prodigioso, y en un tratamiento dramático de la luz tanto natural como artificial, realmente soberbio, inolvidable esa escena en que Walter Pidgeon llega a su casa a oscuras, enciende una luz y la instancia se ilumina poco a poco, para enseñarnos a Maureen O'Hara. A partir de aquí Arthur C. Miller entra en un momento de madurez creativa y de unidad en su obra, admirable, prueba de ello son "El Hombre Atrapado" (Fritz Lang, 1941), "La Ruta del Tabaco" (John Ford, 1941), "Sé Fiel a ti Mismo" (Anatole Litvak, 1942), "El Hijo de la Furia" (John Cromwell, 1942), "The Ox-Bow Incident" (William A. Wellman, 1943), "La Canción de Bernadette" (Henry King, 1943) (su segundo Oscar), "Las Llaves del Reino" (John M. Stahl, 1944), (nueva nominación), "Ana y el Rey de Siam" (John Cromwell, 1946), (su tercer y último Oscar), "El Castillo de Dragonwyck" (Joseph L. Mankiewicz, 1946), "El Filo de la Navaja" (Edmund Goulding, 1946), "La Barrera Invisible" (Elia Kazan, 1947), "Murallas Humanas" (John M. Stahl, 1948), "Carta a Tres Esposas" (Joseph L. Mankiewicz, 1949), "Vorágine" (Otto Preminger, 1949), "El Pistolero" (Henry King, 1950) (obra maestra absoluta) y "The Prowler" (Joseph Losey, 1951). Como se observa en sus títulos, un maestro del realismo social, que renegó abiertamente del color, y que jamás lo necesitó para expresarse con clasicismo y genialidad.

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